CAPÍTULO SIETE | PC
4:58 p.m.
CAPÍTULO SIETE
Al no ver razón alguna para cooperar con esa orden, Tae se alzó sobre sus pies.
Tuvo un efecto interesante en el guardia, que se detuvo en seco y giró su vista hacia JiMin, en busca de más instrucciones. DakHo también estaba en la habitación, y en la puerta permanecían los dos guardias que estaban vigilando.
El Heredero entrecerró los ojos ante el problema, pero no ofreció ninguna solución inmediata.
Tae sugirió:
ㅡDeberíais traer más hombres.
Detrás de él estaban esparcidos los cojines y las sábanas de seda arrugadas, y arrastrándose por el suelo estaba la única cadena enganchada a su puño. que no fue impedimento para el movimiento en absoluto.
ㅡEstás realmente cortejando al peligro esta noche ㅡcomentó JiMin.
ㅡ¿Lo estoy? Pensé que estaba apelando a vuestra mejor naturaleza. Ordenar el castigo que os place desde la cobarde distancia más allá de la longitud de la cadena. Vos y Seong sois de la misma clase.
No fue el Príncipe sino el guardia el que reaccionó, el acero resplandeció fuera de la vaina.
ㅡVigila tu boca.
Llevaba librea, no armadura. La amenaza era insignificante. Tae miró su espada desenvainada con desprecio.
ㅡTú no eres mejor. Viste lo que estaba haciendo Seong. No hiciste nada para detenerle.
JiMin alzó una mano, deteniendo al furioso guardia antes de que pudiera dar un paso hacia adelante.
ㅡ¿Qué era lo que estaba haciendo? ㅡdijo JiMin.
El guardia retrocedió un poco y se encogió de hombros.
ㅡViolar a uno de los esclavos.
Hubo una pausa, pero si JiMin se vio afectado por esas palabras, no lo mostró en su cara. El Príncipe trasladó su mirada hacia Tae y le habló amablemente.
ㅡ¿Eso fue incómodo para ti? Te recuerdo tomándote libertades con tus manos, no hace tanto tiempo.
ㅡEso fue… ㅡ Tae se sonrojó. Quería negar que hubiera hecho algo por el estilo, pero recordaba de manera inequívoca que lo hizo. ㅡOs lo juro, Seong hizo mucho más que simplemente disfrutar de la vista.
ㅡA un esclavo ㅡindicó JiMinㅡ. La Guardia del Príncipe no interfiere con la de la Regencia. Seong puede meter la polla en cualquier cosa que mi tío apruebe.
Tae hizo un sonido de asco.
ㅡ¿Con vuestra bendición?
ㅡ¿Por qué no? ㅡdijo JiMin. Su voz era melosa.ㅡ Ciertamente tenía mi bendición para follarte, pero resultó que prefirió recibir un golpe en la cabeza. Decepcionante, pero no me puedo quejar de su gusto. Por otra parte, tal vez si te hubieras entregado en la arena Seong no habría estado tan caliente como para meterla en tu amigo.
Tae habló.
ㅡEsto no es un truco de vuestro tío. Yo no recibo órdenes de hombres como Seong. Os equivocáis.
ㅡEquivocado ㅡdijo JiMinㅡ. ¡Qué suerte tengo de tener sirvientes que me muestren mis defectos! ¿Qué te hace pensar que voy a tolerar algo como esto, aun si creyera que lo que estás diciendo es verdad?
ㅡDebido a que podéis poner fin a esta conversación en cualquier momento que os plazca.
Con tanto en juego, Tae estaba cansado de cierto tipo de intercambios; del tipo que JiMin favorecía y disfrutaba, y en los que era bueno. Juegos de palabras sin razón, discursos taimados. Ninguno de ellos tenía algún significado.
ㅡTienes razón. Puedo. Dejadnos ㅡordenó JiMin. Estaba mirando a Tae mientras lo decía, pero fueron DakHo y los guardias los que se inclinaron y se retiraron.
ㅡMuy bien. Vamos a jugar a esto. ¿Estás preocupado por el bienestar de los otros esclavos? ¿Por qué entregarme ese tipo de ventaja? ㅡ¿Ventaja? ㅡdijo Tae.
ㅡCuando a alguien no le simpatizas, no es una buena idea darle a conocer que te preocupas por algo ㅡaclaró JiMin. Se sintió palidecer cuando asimiló la amenaza.
ㅡ¿El que yo matara a alguien que te importa acaso no te heriría más que una paliza mía? ㅡcontinuó.
Tae permaneció en silencio. «¿Por qué nos odia tanto?» casi soltó, pero conocía la respuesta a esa pregunta.
ㅡNo creo que necesite la ayuda de más hombres ㅡdijo JiMinㅡ. Pienso que todo lo que tengo que hacer es decirte que te arrodilles y lo harás. Sin que yo mueva un dedo para ayudar a nadie.
ㅡTenéis razón ㅡaceptó Tae.
ㅡ¿Así que puedo terminar esto en cualquier momento que quiera?
Ni siquiera he comenzado.
“Órdenes del príncipe” le anunciaron a Tae al día siguiente cuando se le desnudó y volvió a vestir; y cuando preguntó para qué eran esos preparativos, se le informó de que esa noche iba a servir al Príncipe en la mesa principal.
DakHo, claramente desaprobando el hecho de que a Tae se le considerara compañía refinada, pronunció una estrafalaria reprobación mientras caminaba de uno a otro lado de la cámara. Pocas mascotas eran invitadas a servir a sus amos en la mesa principal. Para ofrecerle esa oportunidad, el Príncipe debía ver algo en Tae que superaba la comprensión de DakHo. No tenía sentido instruir a alguien como el daeg en los rudimentos de la etiqueta, pero debía tratar de mantenerse en silencio, obedecer al Príncipe y abstenerse de atacar o molestar a nadie.
Según la experiencia de Tae, ser sacado de su habitación a petición de JiMin no terminaba bien. Sus tres excursiones habían sido al anfiteatro, a los jardines y a los baños, con una visita complementaria al poste de flagelación.
Su espalda a estas alturas ya estaba casi totalmente curada, pero la siguiente vez que JiMin lo golpeara, no sería directamente a él.
Tae tenía muy poco poder de maniobra, pero había una grieta que dividía por la mitad a aquella Corte. Si JiMin no quería ayudarlo, debería dirigir su atención a la facción del Regente.
Por hábito, observó la seguridad fuera de su habitación. Estaban en el segundo piso del palacio, y el pasillo que recorrían tenía una serie de ventanas cubiertas por rejas que daban a un precipicio poco atractivo. También rebasaron a varios hombres armados, todos con el uniforme de la Guardia del Príncipe. Allí estaban los soldados que no había en las residencia de las mascotas. Un sorprendente número de hombres: «no podía ser que todos estuvieran aquí por su culpa. ¿JiMin mantenía este tipo de seguridad a su alrededor todo el tiempo?»
Atravesaron un par de puertas de bronce ornamentadas y Tae descubrió que lo habían llevado a los propios aposentos del Heredero.
Los ojos de Tae recorrieron el interior con sorna. Esas habitaciones eran todo lo que habría esperado de un “principito” excesivamente mimado, extravagante, más allá de la razón. La decoración lo invadía todo. Las baldosas decoradas, los muros con intrincados relieves. La vista era encantadora; esta sala del segundo piso tenía una galería de arcos de medio punto suspendidos encima de jardines. Se podían ver a través de una arcada de la alcoba. La cama estaba envuelta en cortinas suntuosas, un refugio de ornamentación lujosa y madera tallada. Las únicas cosas que faltaban eran un rastro de arrugada y perfumada ropa esparcida por el suelo, y una mascota yaciendo sobre una de las superficies cubiertas de seda.
No había tal evidencia en la habitación. De hecho, en medio de la opulencia, solo había unos pocos efectos personales. Cerca de Tae había un sofá reclinable y un libro abierto en abanico, dejando al descubierto páginas iluminadas con miniaturas y guardas centelleando debido al dorado a la hoja. La correa que Tae había usado en los jardines también reposaba sobre el sofá, arrojada despreocupadamente.
JiMin emergió de la alcoba. Aún no había cerrado la delicada banda que formaba el cuello de la camisa, y los cordones blancos colgaban, dejando al descubierto el hueco de su garganta. Cuando vio que Tae había llegado, se detuvo bajo el arco.
ㅡDejadnos ㅡordenó.
Se dirigió a los supervisores que lo habían llevado hasta allí. Estos liberaron al esclavo de sus ataduras y se fueron.
ㅡPonte de pie ㅡmandó.
Tae se levantó. Era más alto que el Príncipe, físicamente más fuerte, y sin ninguna restricción en absoluto. Y estaban solos, como lo habían estado la noche anterior, como lo habían estado en los baños. Pero algo había cambiado. Se dio cuenta de que en algún momento él había empezado a suponer que estar a solas con JiMin en una habitación era peligroso.
JiMin se separó del umbral. Cuando estuvo cerca de Tae, su expresión se agrió, y sus ojos azules reflejaron el disgusto.
JiMin dijo:
ㅡNo hay acuerdo entre nosotros. Un príncipe no hace tratos con esclavos e insectos. Tus promesas valen menos para mí que la suciedad.
¿Lo entiendes?
ㅡPerfectamente ㅡdijo Tae.
JiMin lo miró con frialdad.
ㅡYeongSu de Jinju puede ser persuadido para solicitar que los esclavos partan con él a Bazal como parte del acuerdo comercial que se está negociando con mi tío.
Tae sintió como se fruncía su frente. Esa información no tenía sentido.
ㅡSi YeongSu insiste lo suficiente, creo que mi tío estará de acuerdo con algún tipo de préstamo o, más exactamente, un acuerdo permanente expresado en forma de préstamo, lo cual no ofendería a nuestros aliados en Daegu. Según tengo entendido, la sensibilidad jinsunian en lo que respecta al trato que reciben los esclavos es similar a la daeg.
ㅡLo es.
ㅡHe pasado la tarde sembrando la idea en YeongSu. El acuerdo se cerrará esta noche. Me acompañarás al agasajo. Es la costumbre de mi tío hacer negocios en un ambiente relajado ㅡinformó JiMin.
ㅡPero… ㅡ dijo Tae.
ㅡ¿Pero? ㅡinterrumpió glacialmente.
Tae repensó ese enfoque particular.
Le dio vueltas a la información que se le acababa de brindar. La reexaminó. Le dio vueltas otra vez.
ㅡ¿Qué os hizo cambiar de opinión? ㅡpreguntó Tae cuidadosamente.
JiMin no le respondió, se limitó a mirarlo con hostilidad.
ㅡNo hables, a menos que se te haga una pregunta. No contradigas nada de lo que diga. Esas son las reglas. Rómpelas y alegremente dejaré que tus compatriotas se pudran. ㅡY luego añadió: ㅡTráeme la correa.
La varilla a la que la correa estaba fijada era de pesado oro macizo. La frágil cadena estaba intacta; había sido reparada o reemplazada. El esclavo la recogió, no muy velozmente.
ㅡNo estoy seguro de poder confiar en ninguna de las cosas que me habéis dicho ㅡexpresó Tae.
ㅡ¿Tienes otra opción?
ㅡNo.
JiMin había cerrado los cordones en su camisa, y la imagen que ahora presentaba era inmaculada.
ㅡ¿Y bien? Póntela ㅡle dijo, con una pizca de impaciencia.
Se refería a la correa.
YeongSu de Jinju estaba en el palacio para negociar un acuerdo comercial. Eso era cierto. Tae se había enterado de la noticia a través de varias fuentes. Recordó a EunJi comentando sobre la delegación jinsunian varias noches atrás, en el jardín. Jinju tenía una cultura similar a la de Daegu; eso era igualmente cierto. Tal vez el resto también lo era. Si una remesa de esclavos estaba en oferta, YeongSu, conocedor de su valor, seguramente negociaría por ellos. Podría ser verdad.
Quizás. Puede ser. Era posible.
JiMin no estaba fingiendo algún cambio de corazón, o calidez de sentimientos. El muro de desprecio seguía firme en su lugar, era aún más evidente que de costumbre, como si ese acto de benevolencia empujara toda su inmensa aversión a la superficie. Tae se percató de que la desesperación por lograr que lo ayudase en su causa estaba siendo reemplazada por la sensata comprensión de que había puesto el destino de otros en manos de un hombre malicioso y volátil, en el que no confiaba ni podía predecir, ni entender.
No abrigó ninguna nueva oleada de simpatía por JiMin. No estaba inclinado a creer que la crueldad entregada con una mano fuera redimida por una caricia de la otra, si eso es lo que era. Tampoco era tan ingenuo como para pensar que aquel estaba actuando por algún impulso altruista.
JiMin estaba haciendo esto por algún tortuoso motivo propio.
Si es que era verdad.
Cuando se colocó la correa, JiMin se apoderó del bastón del supervisor y le dijo:
ㅡTú eres mi mascota. Tu rango es superior a otros. No tienes que someterte a las órdenes de nadie, excepto a las mías y las de mi tío. Si abruptamente desbaratas sus planes de esta noche, él estará muy, muy molesto conmigo, lo que podrías disfrutar, pero no te gustará mi réplica.
Es tu elección, por supuesto.
«Por supuesto».
JiMin se detuvo en el umbral.
ㅡUna cosa más.
Permaneció de pie bajo un alto arco que proyectaba sombras sobre su rostro y lo volvía difícil de descifrar. Se tomó un momento antes de hablar.
ㅡTen cuidado con HyeonU, la mascota que viste con el consejero BonHwa. Lo rechazaste en el anfiteatro y esa no es una ofensa que olvide.
ㅡ¿La mascota del consejero BonHwa? ¿El niño? ㅡseñaló incrédulo.
ㅡNo lo subestimes debido a su edad. Ha experimentado cosas que muchos adultos no, y su mente ya no es la de un niño. Sin embargo, hasta un niño puede aprender a manipular a un adulto. Y te equivocas: el consejero BonHwa no es su amo. HyeonU es peligroso.
ㅡTiene trece años ㅡdijo Tae, y se vio sometido a la larga mirada entornada de JiMinㅡ. ¿Hay alguien en esta corte que no sea mi enemigo?
ㅡNo, si puedo evitarlo ㅡdijo JiMin.
ㅡAsí que es manso ㅡdijo DongJun mientras extendía la mano tentativamente, como para acariciar a una fiera salvaje.
«Según qué parte del animal fuera a acariciar». Tae le golpeó la mano para alejarla.
DongJun dio un grito y se agarró la mano, acunándola contra su pecho.
ㅡNo es dócil ㅡdijo JiMin.
No reprendió a Tae. No parecía especialmente disgustado con la conducta bárbara mientras la dirigiera hacia los demás. Al igual que un hombre que disfruta de ser dueño de un animal que araña a los otros con sus garras mientras come pacíficamente de su mano, iba dando a su mascota una gran cantidad de licencias.
Como resultado, los cortesanos mantenían un ojo sobre Tae, dándole un amplio margen. JiMin lo usó a su favor, aprovechando la predisposición de los cortesanos a reaccionar retrocediendo a la presencia del esclavo como medio para escaparse sin problemas de la conversación.
La tercera vez que sucedió, Tae habló.
ㅡ¿Debo hacer muecas a los que no os gustan, o es suficiente con parecer un bárbaro?
ㅡCállate ㅡseñaló JiMin con calma.
Le habían contado que la emperatriz de Vask mantenía dos leopardos atados a su trono. Tae trató de no sentirse como uno de ellos.
Antes de las negociaciones, estaba el esparcimiento; antes del esparcimiento, el banquete; antes del banquete, aquella recepción. Allí no había tantas mascotas como había habido en el anfiteatro, pero Tae vio una o dos caras conocidas. Al otro lado de la habitación, vio un destello de cabello pelirrojo y se encontró con un par de ojos color esmeralda; Sook se desenvolvió del brazo de su amo, presionó los dedos contra sus labios y sopló un beso a Tae.
La llegada de los delegados jinsunian fue obvia por el estilo de sus ropas. JiMin saludó a YeongSu como a un igual, lo que era. Casi.
En las negociaciones de importancia, era común enviar a un hombre de alta cuna que hiciera las veces de embajador. YeongSu era el príncipe YeongSu, hermano menor del rey YeoSang de Jinju, aunque en su caso, la calificación de “más joven” era relativa. Se trataba de un hombre apuesto de unos cuarenta años, casi el doble de la edad de Tae. Tenía una barba castaña prolijamente recortada al estilo jinsunian; sus cabellos también castaños, aún no afectados en gran medida por el gris.
Las relaciones entre Daegu y Jinju eran cordiales y abiertas, pero los príncipes YeongSu y TaeHyung nunca se habían conocido. El primero había pasado la mayor parte de los últimos dieciocho años en la frontera Norte de Jinju, ocupado en compromisos con el imperio vaskiano. Tae sabía de él por su reputación. Todo el mundo le conocía. Se había distinguido en las campañas septentrionales cuando Tae aún estaba en pañales. Era el quinto en la línea de sucesión, después de la camada de tres hijos y una hija del rey.
Los ojos trigueños de YeongSu se abrieron intensamente cálidos y agradecidos cuando vio a JiMin.
ㅡYeongSu ㅡdijo JiMinㅡ. Me temo que mi tío se retrasa. Mientras esperamos, pensé que podríais uniros a mi mascota y a mí para tomar algo de aire en el balcón.
Tae pensó que el tío de JiMin probablemente no estaba retrasado. Se hizo a la idea de pasar la velada fundamentalmente viendo como JiMin tendía las redes de un gran acuerdo.
ㅡMe encantaría ㅡasintió YeongSu con gran placer, y le indicó a uno de sus propios sirvientes que lo acompañara también. Caminaron juntos hacia un pequeño patio, JiMin y YeongSu al frente, Tae y el sirviente siguiéndolos unos pasos detrás.
El balcón tenía unas banquetas reclinables para los cortesanos y un hueco en las sombras para que los sirvientes se retiraran discretamente. Tae, con sus proporciones de guerrero, no estaba construido para ser discreto, así que si JiMin insistía en arrastrarlo por el cuello tendría que soportar la intromisión, o encontrar un balcón con un lugar más grande. Era una noche cálida, y el aire se hallaba perfumado debido a toda la belleza de los jardines. La conversación se desarrolló con fluidez entre los dos hombres que, seguramente, no tenían nada en común. Pero, por supuesto, JiMin era bueno para hablar.
ㅡ¿Qué noticias hay de Daegu? ㅡle preguntó a YeongSu, en un momento dado ㅡ. Habéis estado allí recientemente.
Tae lo miró, sorprendido. JiMin siendo JiMin, el tema no era accidental. Si fuera otra persona podría haber pensado que era por amabilidad. No pudo evitar que el pulso se le acelerara ante la primera noticia sobre el hogar.
ㅡ¿Alguna vez habéis visitado Ios, la capital? ㅡpreguntó YeongSu. JiMin negó con la cabezaㅡ. Es muy hermosa. Un palacio blanco, construido en lo alto de los acantilados para tutelar el océano. En un día despejado podéis mirar fuera y ver Goryeo a través del agua. Pero era un lugar lúgubre cuando llegué. Toda la ciudad todavía estaba de luto por el antiguo Rey y su hijo. Ese terrible asunto. Y había algunas disputas facciosas entre los señores. Inicios de un conflicto, disidencia.
ㅡTaeYang los unió ㅡdijo JiMinㅡ. ¿No creéis que BaekHyun pueda hacer lo mismo?
ㅡTal vez. Su legitimidad es un problema. Uno o dos de los señores tienen sangre real corriendo por sus venas. No tanto como BaekHyun, pero concebida dentro de una cama matrimonial. Esa situación genera descontento.
ㅡ¿Qué impresión habéis tenido de BaekHyun? ㅡpreguntó JiMin.
ㅡUn hombre complicado ㅡfue la respuestaㅡ. Nacido a la sombra de un trono. Pero tiene muchas de las cualidades necesarias para un rey. Fuerza. Sensatez. Ambición.
ㅡ¿Es la ambición necesaria en un rey? ㅡconsultó JiMinㅡ ¿O solamente se la necesita para convertirse en rey?
Después de una pausa, YeongSu continuó:
ㅡHe oído rumores también. Que la muerte de TaeHyung no fue un accidente. Pero no les daré crédito. Vi a BaekHyun en su dolor. Era genuino. No puede haber sido un momento fácil para él. Haber perdido tanto y ganado tanto, todo en el lapso de un momento.
ㅡEse es el destino de todos los príncipes destinados a un trono ㅡ dijo JiMin.
YeongSu obsequió al Príncipe Busanian con otra de esas largas miradas de admiración que comenzaban a surgir con exasperante frecuencia. Tae frunció el ceño. JiMin era un nido de escorpiones en el cuerpo de una persona. YeongSu lo miraba y veía un botón de oro.
Escuchar que Daegu se debilitaba fue tan doloroso para él como JiMin debía haber deseado que lo fuera. La mente de Tae se enredaba imaginando las disputas facciosas y la disidencia. Si había disturbios, afectarían primero a las provincias del Norte. Sicyon, tal vez. Y Delpha.
La llegada de un sirviente intentando disimular su falta de aliento, detuvo lo que YeongSu podría haber dicho después.
ㅡAlteza, perdonad la interrupción. El Regente manda que le esperéis en el interior.
ㅡOs he retenido demasiado tiempo ㅡdijo JiMin.
ㅡMe gustaría que tuviéramos más tiempo juntos ㅡconfesó
YeongSu, sin mostrar intenciones de levantarse.
El rostro del Regente, cuando vio a los dos príncipes entrar juntos al salón, fue un conjunto de líneas sin sonrisa; sin embargo, el saludo a YeongSu fue afable, y todas las formalidades adecuadas fueron intercambiadas. El sirviente del embajador jinsunian hizo una reverencia y se marchó. Era lo que la etiqueta exigía, pero Tae no podía seguir su ejemplo, a no ser que estuviera dispuesto a arrancar la correa de la mano de JiMin.
Una vez que las formalidades fueron cumplidas, el Regente dijo:
ㅡ¿Podríais disculparnos a mi sobrino y a mí por un momento?
Su mirada fastidiada se detuvo finalmente en JiMin. Era el turno de YeongSu para retirarse, naturalmente. Tae supuso que tendría que hacer lo mismo, pero sintió el agarre de JiMin tensionando sutilmente la correa.
ㅡSobrino. No habéis sido invitado a estos debates.
ㅡY sin embargo, aquí estoy. Es muy irritante, ¿no es así? ㅡdijo JiMin.
El Regente continuó:
ㅡEste es un asunto serio entre hombres. No es tiempo para juegos infantiles.
ㅡCreo recordar que se me pidió que asumiera más responsabilidades ㅡseñaló JiMinㅡ. Sucedió en público, en medio de una gran ceremonia. No sé si lo recordáis, revisad vuestros libros contables. Salisteis de aquellas dos fincas más rico y con ingresos suficientes como para ahogar a todos los caballos de los establos.
ㅡSi pensara que estás aquí para asumir la responsabilidad, me gustaría darte la bienvenida a la mesa con los brazos abiertos. No tienes interés en negociaciones comerciales. No has tomado en serio ninguna cosa en tu vida.
ㅡ¿No? Bueno, entonces no hay problema, tío. No tenéis motivo para preocuparos.
Tae vio los ojos del Regente estrecharse. Era una expresión que le recordaba a JiMin. Pero el Regente sólo dijo: «Espero que el comportamiento sea el apropiado» antes de precederles al festín, mostrando mucha más paciencia de la que JiMin se merecía. Su sobrino no lo siguió de inmediato; su mirada permaneció en su tío.
ㅡVuestra vida sería mucho más fácil si dejarais de provocarlo ㅡdijo Tae.
Esta vez le respondió con frialdad, rotundamente:
ㅡTe dije que te callaras.


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