CAPÍTULO SEIS | PC

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CAPÍTULO SEIS







ㅡTu amo parece amable ㅡdijo YeJun.

ㅡ¿”Amable”? ㅡironizó Tae.

Le costó que esa palabra saliera de su boca, raspó su garganta el emitirla. Miró con incredulidad a YeJun. HyeonU se había escabullido tomado de la mano de JiMin dejando a YeJun detrás, la correa olvidada en el suelo junto a él desde que se había puesto de rodillas. Una suave brisa agitó sus rizos rubios y por encima de ellos, el follaje se meció como un toldo de seda negro.

ㅡSe preocupa por tu placer ㅡexplicó YeJun.

Le llevó un momento asociar esas palabras a su significado correcto, y cuando lo hizo, una carcajada impotente fue la única respuesta posible. Las instrucciones precisas de JiMin y su resultado inevitable no habían sido previstas como un favor, sino todo lo contrario. No había manera de explicar la fría y compleja mente del Heredero al esclavo, y Tae no lo intentó.

ㅡ¿Qué pasa? ㅡdijo YeJun.

ㅡNada. Dime. Estuve anhelando noticias de ti y los otros. ¿Cómo es para vosotros estar tan lejos de casa? ¿Sois bien tratados por vuestros amos? Me preguntaba... ¿puedes comprender su idioma?

YeJun asintió con la cabeza ante la última pregunta. 

ㅡTengo algún conocimiento de jinsunian y de los dialectos del Norte. Ciertas expresiones son similares. ㅡ Vacilando, recitó algunas de ellas.

YeJun manejaba bastante bien el busanian; eso no fue lo que hizo que Tae frunciera el ceño. Fueron las palabras que había sido capaz de descifrar lo que lo provocó: “Silencio. Arrodíllate. No te muevas”.

ㅡ¿Me equivoqué? ㅡ preguntó, malinterpretando la expresión.

ㅡNo, lo dijiste bien ㅡdijo Tae, sin embargo, su consternación permaneció. No le gustó la elección de palabras. No le gustaba la idea de que YeJun y los otros se sintieran doblemente impotentes debido a su ignorancia para hablar o entender lo que se decía a su alrededor.

ㅡTú... no tienes las maneras de un esclavo de palacio ㅡsugirió YeJun, vacilante.

Eso era decir poco. Nadie en Daegu confundiría a Tae con un esclavo, no tenía ni las maneras, ni la constitución física de uno. Tae lo observó pensativamente, preguntándose cuánto decir. 

ㅡNo era esclavo en Daegu.  Fui enviado aquí por BaekHyun, como castigo ㅡdijo finalmente. No tenía sentido mentir sobre esa parte.

ㅡCastigo ㅡrepitió YeJun. Bajó la mirada al suelo. Todo su semblante cambió.

Tae continuó:

 ㅡ¿Pero tú fuiste entrenado en palacio? ¿Cuánto tiempo estuviste ahí? ㅡNo sabía cómo explicar el hecho de que no hubiera visto a aquel esclavo antes.

YeJun intentó sonreír, recomponiéndose de lo que lo había desalentado.

ㅡSí. Yo… pero nunca vi el palacio principal, estaba en entrenamiento hasta que fui elegido por el guardián para venir aquí. Y mi formación en Daegu fue muy estricta. Se pensaba... que...

ㅡ¿Qué? ㅡinsistió Tae.

El esclavo se sonrojó y dijo en voz muy baja.

 ㅡEn caso de que él me encontrara agradable, iba a ser entrenado para el Príncipe.

ㅡ¿Lo eras? ㅡpreguntó Tae, con cierto interés.

ㅡDebido a mi color. No se puede ver con esta luz, pero a la luz del día, mi cabello es casi rubio.

ㅡPuedo verlo con esta luz ㅡdijo Tae.

Podía oír la aprobación saturando su propia voz. Sintió como cambiaba la dinámica entre ellos. Bien podría haber dicho: «Muy bien, chico».

YeJun reaccionó a las palabras como una flor inclinándose hacia la luz del sol. No importó que ambos fueran técnicamente del mismo rango, YeJun había sido entrenado para responder a la fortaleza, para anhelarla y someterse a ella. Sus extremidades sutilmente se reacomodaron, se extendió  el rubor por sus mejillas y su mirada cayó al suelo. Su cuerpo se convirtió en una súplica. La brisa jugaba irresistiblemente con un rizo que había caído sobre su frente.

Con la más suave voz, dijo:

ㅡEste esclavo no es digno de tu cortesía.

En Daegu, la sumisión era un arte, y el esclavo era el artesano. Ahora estaba mostrando su calidad, se podía ver que había sido, sin duda, un lujo entre los obsequiados al Regente. Era ridículo que estuviera siendo arrastrado por el cuello como un animal mal predispuesto. Era como poseer un instrumento bien afinado y usarlo para romper nueces. Estropeándolo.

Debería estar en Daegu, donde su entrenamiento sería apreciado y recompensado. Pero se le ocurrió que YeJun pudo haber tenido suerte de ser elegido para el Regente, suerte de no haber llegado al servicio del príncipe TaeHyung. Él había visto lo que habían hecho con sus más cercanos sirvientes personales. Ellos habían sido asesinados.

Desechó el recuerdo enérgicamente de su cabeza y volvió su atención al esclavo delante de él.

Tae preguntó:

 ㅡ¿Y es amable tu amo?

ㅡEste esclavo vive para servir ㅡrespondió YeJun.

Era una frase aprendida y no significaba nada. El comportamiento de los esclavos estaba firmemente prescrito, así que lo que no se decía solía ser más importante que lo que se declaraba. Tae comenzó a fruncir el ceño un poco cuando se arriesgó a mirar hacia abajo.

La túnica que llevaba YeJun había quedado un poco desarreglada de cuando la utilizó para limpiar la mejilla de Tae, y no había tenido oportunidad de acomodarla. El dobladillo se había elevado lo suficiente como para exponer la parte superior de su muslo. YeJun, viendo la dirección de la mirada de Tae, rápidamente empujó la tela hacia abajo para cubrirse, extendiéndola tan lejos como pudo.

ㅡ¿Qué le pasó a tu pierna? ㅡpreguntó Tae.

YeJun se puso de color blanco marfil. No quería responder, pero se vio obligado a hacerlo porque le había hecho una pregunta directa.

ㅡ¿Qué pasa?

La voz de YeJun era apenas audible, sus manos aferrando el dobladillo de la túnica. 

ㅡEstoy avergonzado.

ㅡEnséñamelo ㅡdijo Tae.

Los dedos de YeJun se aflojaron, temblando, y entonces levantó lentamente la tela. Tae vio lo que le habían hecho. Lo que en tres ocasiones le habían hecho.

ㅡ¿El Regente hizo eso? Habla con libertad.

ㅡNo. El día que llegamos, había una prueba de obediencia. Yo fallé.

ㅡ¿Ese fue tu castigo por fallar?

ㅡEsta era la prueba. Me ordenaron no hacer ningún sonido.

Tae había visto la arrogancia y la crueldad busanian. Había sufrido insultos, soportado la picadura del látigo y la violencia de la arena.

Pero no había conocido la ira hasta ese momento.

ㅡTú no fallaste ㅡle dijoㅡ. Que hayas intentado pasar esas pruebas  demuestra tu coraje. Lo que se te pidió era imposible. No hay vergüenza en lo que te pasó. 

Excepto para la gente que había hecho aquello. Había deshonra y bajeza en cada uno de ellos, y él les llevaría la cuenta de lo que habían hecho.

Tae pidió: 

ㅡCuéntame todo lo que ha sucedido desde que saliste de Daegu.

YeJun habló con total naturalidad. La historia era inquietante. Los esclavos habían sido transportados a bordo del buque en jaulas, debajo de cubierta. Los supervisores y marineros por igual se habían tomado libertades. Una de las mujeres, preocupada por la falta de acceso a cualquier medio habitual de prevención del embarazo, había tratado de comunicar el problema a sus supervisores busanians, sin saber que los nacimientos ilegítimos eran un abominación. Al advertir que quizá fueran a  entregar al Regente una esclava que portaba al bastardo de un marino en el vientre, cundió el pánico. El médico de la nave le había dado algún tipo de preparado que provocaba sudores y náuseas. Temiendo que no fuera suficiente, su estómago fue golpeado con piedras. Eso había sido antes de atracar en Busan.

Ya en suelo busanian, el problema había sido el descuido. El Regente no había tomado a ninguno de los esclavos en su cama. Era una figura ausente, ocupado en los asuntos de Estado, que se servía de las mascotas de su propia elección. Los esclavos fueron abandonados a los supervisores y a los caprichos de una Corte hastiada. Leyendo entre líneas, fueron tratados como animales, su obediencia tomada como un truco de salón, y las “pruebas” ideadas por tal Corte sofisticada, aunque los esclavos lucharon por llevarlas a cabo, fueron, en algunos casos, verdaderamente sádicas. Al igual que en el caso de YeJun, Tae se sintió enfermo.

ㅡDebes anhelar la libertad más que yo ㅡdijo Tae. El coraje del esclavo le hizo sentirse avergonzado.

ㅡ¿Libertad? ㅡobjetó YeJun, sonando asustado por primera vezㅡ ¿Por qué iba yo a querer eso? No puedo... estoy hecho para un amo.

ㅡFuiste creado para mejores amos que estos. Te mereces a alguien que aprecie tu valía. ㅡEunSeok se sonrojó y no dijo nada. ㅡTe lo prometo ㅡsubrayó Taeㅡ. Voy a encontrar una manera de ayudarte.

ㅡOjalá…ㅡmusitó YeJun.

ㅡ¿Ojalá?

ㅡOjalá pudiera creerte ㅡsuspiró EunSeokㅡ. Hablas como un amo. Pero eres un esclavo, como lo soy yo.

Antes de que Tae pudiera responder, se oyó un ruido proveniente de los senderos y, como lo había hecho ya una vez, YeJun se postró, anticipándose a la llegada de otro cortesano.

Llegó una voz desde el camino.

 ㅡ¿Dónde está el esclavo del Regente?

ㅡAllá atrás.

Y entonces, dobló la esquina. 

ㅡAquí estás. ㅡY luego: ㅡY mira a quién más soltaron.

No era un cortesano. No era el pequeño, malicioso y exquisito HyeonU. Era el de vulgares facciones y nariz rota: Seong.

Se dirigía a Tae, que en el pasado lo había enfrentado en la arena en una desesperada lucha por la inmovilización y el dominio.

Seong casualmente capturó la parte posterior del collar de oro de YeJun y lo puso en pie tironeando del mismo, como un dueño descuidado podría sopesar un perro. YeJun, un chico, no un perro, se atragantó violentamente cuando el collar se clavó en su tierna garganta, atrapado en la unión entre el cuello y la mandíbula, justo por encima de la nuez de Adán.

ㅡCállate. ㅡIrritado por su tos, Seong lo abofeteó con fuerza en la cara.

Tae sintió el tirón de las restricciones cuando su cuerpo llegó a la distancia máxima que permitían sus cadenas; oyó el sonido metálico antes de darse cuenta de que había reaccionado. 

ㅡSuéltalo. 

ㅡ¿Quieres que lo haga? ㅡSacudió a YeJun por el collar  solo porque podía. YeJun, que había comprendido el “cállate”, tenía los ojos húmedos por la breve asfixia, pero estaba en silencio. ㅡNo creo que lo haga. Se me dijo que lo llevara de regreso. Nadie dijo que no pudiera disfrutarlo yo mismo en el camino.

Tae dijo:

 ㅡSi lo que quieres es otra oportunidad, todo lo que tienes que hacer es acercarte un paso más. ―Le complacería muchísimo herir de buena manera a Seong.

ㅡPrefiero joder a tu “novio” ㅡreplicó al mercenarioㅡ. Tal como yo lo veo, se me debe una jodida.

Mientras hablaba, Seong subió la túnica del esclavo, revelando las curvas debajo. YeJun no se resistió cuando le dio una patada a sus tobillos, separándolos, y le levantó los brazos. Se dejó maltratar, y luego se quedó en su posición, humillantemente inclinado.

El darse cuenta de que Seong iba a follar a YeJun allí mismo, ante sus ojos, lo afectó con la misma sensación de irrealidad que lo había invadido cuando se enfrentó con  Sook. No era posible que algo así fuera a suceder, que aquella Corte fuera tan depravada que un mercenario pudiera violar a un esclavo Real a poca distancia de donde se hallaba reunida. No había nadie que escuchara a excepción del desinteresado guardia. El rostro de YeJun, rojo por la humillación, se apartó decididamente de Tae.

ㅡTal como yo lo veo… ㅡ Seong usó esa frase otra vez. ㅡTu amo es el que nos jodió a los dos. A él es a quien realmente debería hacérselo. Pero en la oscuridad, un rubio es tan bueno como otro. Mejor ㅡdijo Seongㅡ. Meter la polla en esa frígida perra, me congelaría. A este le gusta.

Hizo algo con su mano bajo la túnica hasta amontonarla hacia arriba. YeJun hizo un sonido. Tae se sacudió, y esta vez el fuerte crujido metálico indicó que el viejo hierro estaba a punto de ceder.

El ruido sacó al guardia de su puesto.

ㅡ¿Hay algún problema?

ㅡNo le gusta que joda a su pequeño amigo esclavo ㅡdijo Seong. YeJun, expuesto de manera humillante, parecía estar desmoronándose silenciosamente.

ㅡJódelo en otro lugar, entonces ㅡseñaló el guardia.

Seong sonrió. Luego empujó duro a YeJun en la parte baja de la espalda.

ㅡLo haré ㅡconfirmó. Desapareció por  los senderos empujando a YeJun por delante de él y no hubo absolutamente nada que Tae pudiera hacer para detenerlo.

La noche se volvió mañana. Las diversiones del jardín concluyeron. Tae fue devuelto a su habitación, limpiado y atendido, y  encadenado e impotente.



La predicción de JiMin sobre la reacción de los guardias, los sirvientes, y todos los miembros de su séquito, resultó ser dolorosamente exacta. La Casa de JiMin reaccionó a su confabulación con el Regente con rabia y enemistad. Las frágiles relaciones que Tae había logrado construir desaparecieron.

Era el peor momento posible para un cambio de actitud. Justo cuando esas relaciones podrían haberle traído noticias, o haberle permitido, de alguna manera, influir en el trato de los esclavos.

Ya no pensaba en su propia libertad. Solo estaba el constante arrebato de la preocupación y la responsabilidad. Escapar él solo sería un acto de egoísmo y traición. No podía irse, no si eso significaba abandonar a los demás a su suerte. Y, sin embargo, carecía totalmente de influencia para producir cualquier cambio en sus circunstancias.

YeJun tenía razón. Su promesa de ayudar era una promesa vacía.

Fuera de su habitación, muchas cosas estaban sucediendo. La primera fue que, en respuesta a los edictos del Regente, la Casa del Príncipe se estaba reduciendo. Sin acceso al beneficio de varias de sus propiedades, el séquito de JiMin disminuyó considerablemente y sus gastos fueron restringidos. En medio de un huracán de cambios, el albergue de Tae fue trasladado de la residencia de mascotas Reales a algún lugar dentro del ala del Palacio que correspondía a JiMin.

No ayudó en nada. Su nueva habitación tenía el mismo número de guardias, el mismo jergón, las mismas sedas y cojines, el mismo enganche de hierro en el suelo, aunque este parecía recién instalado. Aunque estaba escaso de fondos, JiMin no parecía dispuesto a escatimar en la seguridad de su prisionero daeg. Desafortunadamente.

Por fragmentos de conversaciones escuchados se enteró de que, en otro sitio, la delegación de Jinju había llegado para discutir acuerdos comerciales con Busan. Jinju y Daegu eran vecinos y tenían una cultura similar; no era un tradicional aliado de Busan. Al enterarse de las conversaciones se preocupó. ¿Estaba esta delegación aquí solo para discutir el comercio, o era parte de una transformación más amplia en el panorama político? 

Tuvo casi tanta suerte para averiguar el asunto de la delegación jinsunian como la tuvo para ayudar a los esclavos, es decir, ninguna en absoluto.

Tenía que haber algo que pudiera hacer.

No había nada que pudiera hacer. 

Enfrentarse a la propia impotencia fue horroroso. Desde el momento de su captura, nunca realmente pensó en sí mismo como esclavo. Había actuado según o como se esperaba de él, en el mejor de los casos. Había considerado los castigos como no más que pequeños obstáculos, porque en su mente, aquella situación era temporal. Creyó que la fuga estaba próxima. Todavía creía eso.

Quería ser libre. Quería encontrar el camino a casa. Quería estar en la capital, sobre columnas de mármol, y ver, por encima, los verdes y azules de las montañas y el océano. Quería enfrentar a BaekHyun, su hermano, y preguntarle de hombre a hombre por qué había hecho lo que había hecho. Pero la vida en Daegu continuaba sin TaeHyung. Y estos esclavos no tenían a nadie más que los ayudara.

¿Y qué significaba ser príncipe sino esforzarse en proteger a los más débiles que él?

El sol descendía en el cielo, proyectando su luz en el cuarto a través de las ventanas enrejadas.

Cuando DakHo entró, Tae pidió una audiencia con el Príncipe.



DakHo, con evidente placer, se negó. Al Príncipe, dijo, le tenía sin cuidado un esclavo daeg traidor. Tenía asuntos más importantes que atender. Aquella noche habría un banquete en honor al embajador jinsunian con dieciocho platos y las mascotas más talentosas les entretendrían con bailes, juegos y actuaciones. Debido a que conocía las costumbres jinsunian, Tae no podía imaginar la reacción de la delegación a los esparcimientos más ocurrentes de la Corte busanian, pero se quedó en silencio mientras DakHo describía la gloria de la mesa y los platos en detalle; y los vinos: vino de mora, vino de fruta y sinopel. “Tae no era digno de ese asunto. Tae no estaba ni siquiera a la altura de comer las sobras de la mesa”. El supervisor, después de haber dejado satisfactoria y holgadamente clara su idea, se retiró.

Tae esperó. Sabía que DakHo estaba obligado a transmitir la petición.

No se hacía ilusiones acerca de su importancia relativa en la Casa de JiMin; sin embargo, la trascendencia que tenía su papel involuntario en la competencia por el poder con su tío, haría que su solicitud para una audiencia no fuera ignorada. Quizás no fuera ignorada. Se acomodó, sabiendo que JiMin le haría esperar. Seguramente no más de uno o dos días, se dijo.

Eso fue lo que calculó. Y así, al llegar la noche, se durmió.

Despertó en medio de almohadas apiñadas y sábanas de seda alborotadas para descubrir que la helada mirada azul de JiMin estaba sobre él.

Las antorchas estaban encendidas y los criados que las habían encendido se retiraban. Tae se movió; seda sobre cálida piel se deslizó completamente hasta amontonarse entre los cojines mientras se impulsaba hacia arriba. JiMin no le prestó atención. Tae recordó que la visita del Heredero ya le había despertado de su sueño una vez.

Estaba más cerca del amanecer que de la puesta del sol. JiMin estaba vestido con ropas propias de la Corte. Venía de disfrutar, probablemente, el decimoctavo plato y los entretenimientos nocturnos que le habían seguido. No estaba borracho en ese momento.

Tae había imaginado una larga, insoportable espera. Sintió la débil resistencia de la cadena mientras se arrastraba a través de los cojines, siguiendo su movimiento. Pensó en lo que tenía que hacer, y en por qué tenía que hacerlo.

Con mucha determinación, se arrodilló, hizo una reverencia con la cabeza y bajó la vista al suelo. Por un momento, todo quedó tan quieto que podía oír las llamas de las antorchas agitándose en el aire.

ㅡEsto es nuevo ㅡnotó JiMin.

ㅡHay algo que deseo ㅡdijo Tae.

ㅡAlgo que deseas. ㅡLas mismas palabras, enunciadas con exactitud.

Sabía que no iba a ser fácil. Incluso con otra persona que no fuera este frío príncipe desagradable, no hubiera sido fácil.

ㅡObtendréis algo a cambio ㅡofreció Tae.

Apretó los dientes cuando el rubio lentamente paseó a su alrededor, como si realmente estuviera interesado en mirarle desde todos los ángulos. JiMin franqueó remilgadamente la cadena que permanecía floja en el suelo, completando su recorrido.

ㅡ¿Estas tan desorientado como para tratar de negociar conmigo?

¿Qué podrías ofrecer que quisiera?

ㅡObediencia ㅡdijo Tae.

Sintió a JiMin reaccionar ante esa idea. Sutilmente, pero sin lugar a dudas, había interés allí. Tae trató de no pensar demasiado en lo que le estaba ofreciendo, lo que significaría mantener esta promesa. Cruzaría  ese puente cuando llegara a él.



¿Queréis que me someta? Lo haré. ¿Queréis que me gane públicamente el castigo que vuestro tío no os permite imponer? Sea cual sea el sacrificio que esperáis de mí, lo obtendréis. Me arrojaré yo mismo sobre la espada. A cambio quiero una cosa.

ㅡDéjame adivinar. Quieres que te quite las cadenas. O que reduzca tu guardia. O bien, que te ponga en una habitación donde las puertas y ventanas no tengan barrotes. No malgastes saliva.

Tae se obligó a contener la rabia. Era más importante ser claro.

ㅡCreo que los esclavos al cuidado de vuestro tío no son bien tratados. Haced algo al respecto y el trato está hecho.

ㅡ¿Los esclavos? ㅡpreguntó JiMin tras una breve pausa. Y luego continuó, con renovado y cansino desdén: ㅡ¿Se supone que debo creer que te preocupas por su bienestar? ¿Acaso iban a ser tratados mejor en Daegu? Es tu bárbara nación la que los forzó a ser esclavos, no la mía. No creo que sea posible entrenar la voluntad de un hombre, pero vosotros lo habéis conseguido. Felicitaciones. Tu espectáculo de compasión en la arena fue falso.

Tae continuó:

 ㅡUno de los supervisores tomó un hierro caliente del fuego para comprobar si el esclavo podía obedecer la orden de permanecer en silencio mientras lo usaba en él. No sé si eso es una práctica habitual en este lugar, pero los hombres de bien no torturamos a los esclavos en Daegu. Los esclavos son adiestrados para obedecer en todas las cosas, pero su sumisión es un pacto: renuncian a la libre voluntad a cambio de un tratamiento irreprochable. ¿Abusar de alguien que no puede defenderse no es monstruoso?

»Os lo suplico. Ellos no son como yo. No son soldados. No han matado a nadie. Son inocentes. Sirven de buen grado. Y así también serviré yo si hacéis algo para ayudarlos».

Hubo un largo silencio. La expresión de JiMin había cambiado.

Finalmente, respondió.

 ㅡSobreestimas la influencia que tengo sobre mi tío.

Tae comenzó a hablar, pero JiMin lo interrumpió.

ㅡNo, yo… ㅡ Las cejas doradas de JiMin se juntaron ligeramente, como si hubiera descubierto algo que no tuviera sentido. ㅡ¿Realmente sacrificas tu orgullo por el destino de un puñado de esclavos? ㅡLa expresión de su cara era la misma que en el anfiteatro; miraba a Tae como si buscara una respuesta a un problema inesperado. ㅡ¿Por qué?

La ira y la frustración se liberaron de sus ataduras. 

ㅡPorque estoy atrapado aquí, en esta jaula, y no tengo otra manera de ayudarlos. ㅡOyó el latigazo de rabia en su voz y trató de contenerla con éxito limitado. Su respiración permaneció irregular.

JiMin lo siguió mirando. El pequeño ceño de oro se frunció más profundamente.

Después de un momento, hizo un gesto al guardia de la puerta y DakHo fue convocado. Este llegó prontamente.

Sin apartar los ojos de Tae, JiMin consultó: 

¿Alguien ha estado dentro o fuera de esta habitación?

ㅡNadie más que vuestro propio personal, Alteza. Como Vos lo habéis ordenado.

ㅡ¿Cuáles sirvientes?

DakHo recitó una lista de nombres. Al terminar, JiMin ordenó: 

ㅡQuiero hablar con los guardias que estuvieron vigilando al esclavo en los jardines.

ㅡEnviaré por ellos personalmente ㅡdijo DakHo, marchándose a su recado.

ㅡCrees que esto es un truco ㅡconcluyó Tae.

Podía ver por la mirada asesina de JiMin que estaba en lo cierto.

La risa amarga le brotó.

ㅡ¿Algo te divierte? ㅡpreguntó JiMin.

ㅡ¿Qué podría ganar? ㅡinterrumpió Tae ㅡNo sé cómo convencerte. No haces nada sin una docena de motivaciones. Mientes incluso a tu propio tío. Este es el país de la hipocresía y el engaño.

ㅡ¿Mientras que el virtuoso Daegu está libre de intrigas? ¿El Heredero muere la misma noche que el Rey y no es más que una coincidencia que sonríe a BaekHyun? ㅡreplicó JiMin suavemente ㅡ Deberías besar el suelo cuando suplicas mi favor.

Por supuesto que JiMin invocaría a BaekHyun. Eran iguales. Tae se obligó a recordar por qué estaba allí. 



Os pido disculpas. Hablé sin permiso ㅡmasculló apretando los dientes.

JiMin prosiguió: 

ㅡSi esto es un invento… si encuentro que has estado a escondidas con emisarios de mi tío… 

ㅡNo lo he hecho ㅡdeclaró Tae.

El guardia tardó un poco más tiempo en despertarse que DakHo, quien, probablemente, nunca dormía, aun así volvieron razonablemente rápido. Llegó vestido con librea de colores y pareciendo alerta, en vez de, como cabría esperar, bostezando y arrastrando la ropa de cama.

ㅡQuiero saber quien habló con el esclavo la pasada noche que le vigilaste en los jardines ㅡordenó JiMinㅡ. Además de HyeonU y EunJi.

ㅡEso fue todo. ㅡFue la respuesta. ㅡNo hubo nadie más. ㅡ Y entonces, cuando Tae sintió que el estómago se le contraía: ㅡNo.

Esperad.

ㅡ¿Oh?

ㅡDespués de que Su Alteza se fuera ㅡcontinuó el guardiaㅡ, recibió una visita de Seong.

JiMin se volvió hacia Tae, con los ojos como hielo azul.

ㅡNo ㅡdijo Tae, sabiendo que el Príncipe creía ahora que era una intriga de su tíoㅡ. No es lo que piensas.

Pero ya era demasiado tarde.

ㅡHacedle callar ㅡclamó JiMinㅡ. Trata de no dejar marcas nuevas. Me ha causado suficientes problemas con las anteriores.




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