Prólogo (P.C)

6:38 p.m.



PRÓLOGO 


ㅡHemos oído que vuestro príncipe ㅡdijo lady ChaeYoungㅡ mantiene su propio harén. Estos esclavos complacerían a cualquier tradicionalista, pero además, le he pedido a DaeHee que prepare algo especial; es un regalo personal del Rey para tu príncipe. Un diamante en bruto, por así decirlo. 

ㅡSu Majestad ya ha sido muy generoso ㅡdijo el consejero GeounSoo, embajador de Busan. 

Paseaban a lo largo del mirador. Habían cenado carnes especiadas envueltas en hojas de parra mientras el calor del mediodía era ventilado lejos de sus reclinatorios por atentos esclavos. GeounSoo se sintió generosamente dispuesto a admitir que aquel país de bárbaros tenía sus encantos. La comida era rústica, pero los esclavos eran impecables: perfectamente obedientes, entrenados para estar siempre atentos y anticiparse, nada parecido a las mimadas mascotas de la Corte de Busan. 

La galería estaba cercada por dos docenas de esclavos en exhibición. Todos estaban desnudos o apenas vestidos con sedas transparentes. Alrededor de sus cuellos llevaban collares de oro decorados con rubíes y tanzanitasy en sus muñecas, puños del mismo material. Todo ello era puramente ornamental. Los esclavos se arrodillaron demostrando su voluntaria sumisión.  

Iban a ser un regalo del nuevo Rey de Daegu al Regente de Busan; un regalo muy generoso. Tan solo el oro valía una pequeña fortuna, además de  que los esclavos eran, sin duda, algunos de los mejores de Daegu. En secreto, GeounSoo ya había destinado una de las esclavas del palacio para su uso personal, una joven recatada de cintura delgada y hermosos ojos oscuros con pestañas muy pobladas. 

Al llegar al otro extremo de la galería, DaeHee, guardián de los esclavos Reales, se inclinó bruscamente, al mismo tiempo que juntaba los talones de sus botas acordonadas de cuero marrón. 

ㅡAh. Aquí estamos ㅡdijo lady ChaeYoung sonriendo. 

Entraron en una antecámara y los ojos de GeounSoo se ensancharon. 

Amarrado y bajo fuerte custodia, había un esclavo diferente de cualquier otro que hubiera visto en su vida. 

De poderosos músculos y físicamente imponente, no cargaba las endebles cadenas que adornaban a los otros esclavos del vestíbulo. Sus restricciones eran reales. Sus muñecas estaban amarradas a la espalda,  las piernas y el torso, atados con gruesas cuerdas. A pesar de todo aquello, la fuerza de su cuerpo parecía a duras penas contenida. Sus ojos oscuros brillaban con furia por encima de la mordaza, y si se lo miraba de cerca, se podían ver los rojos verdugones detrás de las fuertes  correas  que sujetaban su pecho y muslos, producto de una lucha feroz contra esas ataduras. 

El pulso de GeounSoo se aceleró, reaccionando casi con pánico. «¿Un diamante en bruto? Ese esclavo era más bien un animal salvaje, no se parecía en nada a los veinticuatro gatitos mansos que se alineaban en el vestíbulo». El poder absoluto que emanaba de su cuerpo, apenas podía mantenerse bajo control. 

GeounSoo miró a DaeHee, que se había quedado atrás, como si la presencia del esclavo lo pusiera nervioso. 

ㅡ¿Todos los esclavos nuevos son atados?ㅡpreguntó GeounSoo, tratando de recuperar la compostura. 

ㅡNo, solo él. Él es… ㅡDaeHee vaciló. 

ㅡ¿Sí? 

ㅡNo está acostumbrado a ser manipulado ㅡconcluyó DaeHee, dando una inquieta mirada de reojo a lady ChaeYoungㅡ. No ha sido entrenado.
  
ㅡVuestro príncipe, según hemos oído, disfruta de los desafíos ㅡ dijo la mujer. 

GeounSoo trató de contener su reacción cuando volvió la mirada hacia el esclavo. Era altamente cuestionable que ese bárbaro regalo atrajese la atención del Príncipe, cuyos sentimientos hacia los habitantes salvajes de Daegu carecían de calidez, por decir lo menos. 

ㅡ¿Tiene un nombre? ㅡpreguntó GeounSoo. 

ㅡVuestro príncipe es, por supuesto, libre de ponerle el nombre que quiera ㅡdijo lady ChaeYoungㅡ. Pero creo que complacería mucho al Rey si lo llamase “Tae”. ―Sus ojos centellearon. 

ㅡLady ChaeYoung ㅡmasculló DaeHee como si protestara, aunque, por supuesto, eso era imposible. 

GeounSoo cambió la mirada de uno a otro. Notó que esperaban algún comentario de su parte. 

ㅡEsa es, sin duda, una interesante opción de nombre ㅡdijo. En realidad, estaba horrorizado. 

ㅡEl Rey lo cree asíㅡ confirmó lady ChaeYoung, estirando los labios ligeramente. 
Mataron a su esclava SukJa con un corte rápido de espada en la garganta. Era una esclava de palacio, sin entrenamiento en combate y tan dulcemente obediente que si se le hubiera pedido, se habría arrodillado y desnudado su propia garganta para el golpe. No se le dio la oportunidad de obedecer o resistir. Se desplomó sin hacer ruido, sus pálidas extremidades quedaron inmóviles sobre el mármol blanco. Debajo de ella, la sangre lentamente comenzó a extenderse sobre el suelo marmóreo. 

ㅡ¡Arrestadlo! ㅡgritó un soldado de entre los que entraron a raudales en la recámara, un hombre de pelo castaño y lacio. Tae quizá se hubiera dejado atrapar debido al desconcierto, pero fue en ese instante que dos de los soldados pusieron sus manos sobre SukJa y la mataron. 

Al finalizar la primera reyerta, tres de los soldados acabaron muertos y Tae quedó en posesión de una espada. 

El resto de los hombres lo enfrentaron vacilando y rehuyéndole. 

ㅡ¿Quién os ha enviado? ㅡcuestionó el príncipe TaeHyung. 

El soldado de pelo lacio respondió:  

ㅡEl Rey. 

ㅡ¿Mi padre? ㅡCasi bajó la espada.  

ㅡBaekHyun. Vuestro padre ha muerto. Agarradlo. 

Combatir era parte de la naturaleza de Tae, cuyas destrezas se basaban en la fortaleza física, la aptitud natural y la práctica rigurosa. Pero aquellos hombres habían sido enviados contra él por otro que conocía muy bien sus virtudes, y debido a ello, no desestimó la cantidad de soldados que necesitaría para dominar a un hombre de tal calibre. 

Superado en número, con los brazos retorcidos a la espalda y una espada en su garganta, Tae no podía durar mucho tiempo antes de ser capturado. 

En ese momento, había creído ingenuamente que iba a  ser asesinado. En lugar de eso fue golpeado, restringido y, como cuando se liberó había producido una gratificante cantidad de daño aun estando desarmado, fue golpeado nuevamente. 

ㅡSacadlo de aquí ㅡdijo el soldado del pelo lacio, mientras se limpiaba con el dorso de la mano la fina línea de sangre que surcaba su  sien.  
Fue arrojado a una celda. Su mente, que no conocía dobleces, no podía entender lo que estaba sucediendo. 

ㅡLlevadme a ver a mi hermano ㅡdemandó y los soldados se rieron; uno de ellos le dio una patada en el estómago. 

ㅡVuestro hermano es el que dio la orden ㅡse burló otro. 

ㅡEstás mintiendo. BaekHyun no es ningún traidor. 

Pero la puerta de su celda se cerró de golpe y la duda se instaló en su mente por primera vez.  

«Eres un incauto», una pequeña voz le empezó a susurrar; no lo había anticipado, no lo había visto venir; o quizá se había negado a verlo, al no dar crédito a los oscuros rumores que parecían denigrar el honor con que un hijo debería  enfrentar  los últimos días de un padre enfermo y moribundo. 

En la mañana vinieron por él; en ese instante, la comprensión de todo lo que había ocurrido y el deseo de enfrentar a su captor con coraje y apesadumbrado orgullo, lo llevaron a permitir que le fijaran los brazos detrás de la espalda, sometiéndose a la brusca manipulación, y a avanzar, al ser impulsado por un fuerte empujón entre los hombros. 

Cuando se dio cuenta de adónde lo llevaban, comenzó a luchar de nuevo, con violencia. 

La habitación estaba simplemente esculpida en mármol blanco. El suelo, también de mármol, se inclinaba levemente, terminando en un arroyuelo artificial discretamente tallado. Del techo colgaban un par de grilletes, a los que Tae, a pesar de su enérgica resistencia, fue encadenado en contra de su voluntad, con los brazos izados por encima de su cabeza. 

Esos eran los baños de los esclavos. 

Tae tironeó de las restricciones. No se movieron. Sus muñecas ya estaban muy magulladas. En ese lado del baño, un conjunto de almohadones y toallas se organizaban  de manera atrayente. Botellas de cristal coloreado de diversas formas, conteniendo una gran variedad de aceites, centellearon como joyas en medio de los cojines. 

El agua estaba perfumada, lechosa y decorada con pétalos de rosa ahogándose lentamente. Todas las delicadezas. Aquello no podía estar sucediendo.  Tae sintió una contracción en el pecho; furia, indignación, y en algún lugar debajo de estas, enterrada, una nueva emoción que le retorcía y le revolvía el estómago. 

Uno de los soldados lo inmovilizó apresándolo desde atrás.  El otro comenzó a desvestirlo. 

Sus ropas fueron desprendidas y quitadas rápidamente. Las sandalias le fueron cortadas de los pies. La quemadura de la humillación ardiéndole a través de las mejillas; Tae estaba de pie, desnudo y encadenado, el calor húmedo del vapor de los baños serpenteando contra su piel.  

Los soldados se retiraron hacia el corredor abovedado donde una figura los despidió; su rostro cincelado, hermoso y familiar. 

DaeHee era el Guardián de los Esclavos Reales. La suya era una posición de prestigio otorgada por el rey TaeYang. Tae fue golpeado por una oleada de ira tan poderosa que casi le robó la visión. Cuando volvió en sí, notó la forma en que DaeHee lo estaba evaluando. 

ㅡNo te atrevas a poner una mano sobre mí. 

ㅡTengo órdenes ㅡinformó el Guardián a pesar de que reculó. 

ㅡTe mataré ㅡadvirtió Tae. 

ㅡTal vez… una mujer… ㅡpensó DaeHee; retrocedió un paso y susurró al oído de uno de sus acompañantes, quien hizo una reverencia y salió de la habitación. 

Una esclava entró un momento después. Seleccionada con esmero, coincidía con todo lo que se sabía de los gustos de Tae. Su piel era tan blanca como el mármol de los baños y su cabello rubio estaba sencillamente recogido exponiendo la elegante columna de su cuello. Sus pechos eran llenos y abultados debajo de la gasa, sus pezones rosados eran apenas visibles. 

Tae la vio acercarse con la misma cautela con la que seguiría los movimientos de un oponente en el campo de batalla, a pesar de que no le era extraño el ser atendido por esclavas. 

Ella levantó la mano para quitarse el broche del hombro. La gasa deslizándose expuso la curva de un seno, la cintura delgada, las caderas, y siguió su camino hacia abajo. Sus ropas cayeron al suelo. Entonces, cogió un recipiente con agua. 
Desnuda, bañó su cuerpo, enjabonando y enjuagando sin prestar atención a la forma en la que el agua se derramaba contra su propia piel y salpicaba la curva de sus pechos. Finalmente, humedeció y enjabonó su cabello lavándolo completamente; para terminar, se puso de puntillas y volcó sobre la parte posterior de su cabeza una de las bateas pequeñas de agua tibia. 

Tae se sacudió como un perro. Miró a su alrededor buscando a DaeHee, pero el Guardián de los Esclavos parecía haber desaparecido. 

La esclava tomó uno de los frascos de colores y se sirvió un poco de aceite en la palma. Recubriendo sus manos, comenzó a trabajar la sustancia sobre su piel con movimientos metódicos, aplicándola en todas partes. Lo miró avergonzada, aun cuando sus caricias eran deliberadamente lentas, y se meneaba contra él. Los dedos de Tae se tensaron contra las cadenas. 

ㅡYa es suficiente ㅡdijo ChaeYoung, y la esclava se alejó de Tae, postrándose en el suelo de mármol mojado instantáneamente. 

Tae, manifiestamente excitado, sufrió la relajada mirada evaluadora de ChaeYoung. 

ㅡQuiero ver a mi hermano ㅡpidió. 

ㅡNo tienes hermano ㅡdijo ChaeYoungㅡ. Ni tienes familia. Ni tienes nombre, rango o posición. A estas alturas, deberías saber eso al menos. 

ㅡ¿Esperas que me someta a esto? Ser dominado por… quién…  ¿DaeHee? Le arrancaré la garganta. 

ㅡSí. Lo harías. Pero no estarás sirviendo en el palacio. 

ㅡ¿Dónde? ㅡexigió rotundamente. 

Ella lo miró fijamente. 

Tae preguntó:  

ㅡ¿Qué es lo que has hecho? 

ㅡNada ㅡdijo ellaㅡ, excepto elegir entre los hermanos. 

Se habían visto por última vez en su habitación en el palacio; su mano había presionado su brazo.  

Parecía una representación pictórica. Sus rizos en perfectos tirabuzones, la alta frente lisa y las facciones clásicas que la caracterizaban. Donde DaeHee había vacilado, las delicadas sandalias prosiguieron su camino sobre el mármol mojado con paso tranquilo y seguro hacia él. 

Tae preguntó:  

ㅡ¿Por qué mantenerme vivo? ¿Qué “necesidad” hay de ello? Todo parece bien realizado, excepto por esto. ¿Es… ㅡSe calló; ella deliberadamente malinterpretó sus palabras. 

ㅡ¿”Amor fraternal”? No conoces a tu hermano en absoluto, ¿verdad? ¿Qué es una muerte sino fácil, rápida? Se supone que te perseguirá para siempre, pero la única vez que te venció fue la única vez que importaba. 

Tae sintió su rostro cambiar de forma. 

 ㅡ¿Qué? 

Ella tocó su mandíbula, sin miedo. Sus dedos eran delgados, blancos e impecablemente elegantes. 

ㅡYa veo por qué prefieres la piel pálida ㅡdijoㅡ. La tuya esconde los moretones. 
Después de que le cerraran el collar de oro y colocaran puños en sus muñecas, pintaron su cara.

No había ningún tabú en Daegu respecto a la desnudez masculina, pero la pintura era la marca de un esclavo, y era degradante. Pensó que no habría mayor humillación que cuando fue arrojado al suelo delante de DaeHee. En ese momento vio la cara del hombre y su voraz expresión.

ㅡPareces... ㅡ DaeHee lo miró fijamente. 

Los brazos de Tae estaban atados a su espalda, y las restantes restricciones habían limitado sus movimientos a poco más que una cojera. Por si fuera poco, estaba tirado en el suelo a los pies de DaeHee. Se irguió sobre sus rodillas, pero las manos de dos guardias le impidieron que se levantara más.  

ㅡSi lo hiciste para mejorar tu posición ㅡdijo Tae, con odio absoluto reflejado en la voz ㅡ, eres un tonto. Nunca ascenderás. No se puede confiar en ti. Ya has traicionado en beneficio propio una vez… 

El golpe desplazó su cabeza hacia un lado. Tae se pasó la lengua por el interior de los labios y saboreó la sangre. 

ㅡNo te he dado permiso para hablar ㅡdijo DaeHee. 

ㅡ Golpeas como un catamita alimentado con lecheㅡ dijo Tae. DaeHee dio un paso atrás, con la cara pálida. 

ㅡ¡Amordazadle! ㅡordenó, y Tae luchando se resistió nuevamente, en vano, contra los guardias. Su mandíbula fue expertamente separada y un grueso hierro envuelto en tela fue forzado dentro de su boca y rápidamente atado. No podía emitir más que un murmullo amortiguado; sin embargo, miró furioso a DaeHee por encima de la mordaza con ojos desafiantes. 

ㅡNo lo habéis entendido todavía ㅡadvirtió DaeHeeㅡ. Pero lo haréis. Tendréis que aceptar que eso que dicen en el palacio, en las tabernas y en las calles es cierto. eres un esclavo. No vales nada. El Príncipe TaeHyung está muerto. 


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